El boceto fallero más antiguo ilustra una falla de 1877 en la Plaza de Toros de Valencia

Cartel de la falla que se plantó en la Plaza de Toros en 1877

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Historias de los Fondos de la Diputación
El boceto fallero más antiguo ilustra una falla de 1877 en la Plaza de Toros de Valencia
06 de marzo de 2015

El Archivo de la Diputación conserva el cartel ilustrado con el dibujo “más antiguo que se conoce de una falla” según Javier Mozas, experto en temas falleros.

El Archivo de la Diputación de Valencia conserva en el fondo Hospital General, sección Plaza de Toros, un cartel del año 1877 ilustrado con el boceto que según Javier Mozas, historiador, experto en temas falleros y miembro de la Associació d’Estudis Fallers (ADEF), “es el más antiguo que se conoce de una falla ya que los siguientes conservados son de 1888”. 
 
Tal como señala la directora del Archivo, María José Gil, “esta pequeña joya documental de la historia de la fiesta josefina tiene otra particularidad relevante porque ilustra una falla plantada dentro de la Plaza de Toros recordando un ejemplo de algo que se ha perdido y que en el siglo XIX formaba parte de la celebración fallera”. 
 
La destacada pieza es un cartel de mano (40 x 15 cm) en el que se anuncia la exhibición de una “grande y magnífica” falla los días 18 y 19 de marzo de 1877 en la Plaza de Toros de Valencia. El boceto narra a través de 12 figuras y ocho águilas el combate entre las Amazonas y los Etíopes en el puente del río Tritón.
 
Como se puede observar en el boceto, las Fallas del siglo XIX tenían dos partes. La primera era la base, un prisma cuadrangular de unos dos metros de alto con bastidores laterales pintados o dibujados y que normalmente escondían el combustible —troncos, muebles viejos y maderas— para la cremà. Encima estaba la escena, compuesta entre uno y tres ninots a tamaño natural, generalmente con movimiento, con el interior de madera, paja o trapos, vestido con ropas viejas, y las caras de máscaras de cartón o modeladas en cera.
 
Falla amenizada con música
 
A través del cartel conservado en el Archivo provincial se puede saber que la exhibición de la falla era amenizada por una banda de música. En concreto, el día 18 de marzo desde las once de la mañana hasta la una de la tarde y desde las tres y media de la tarde hasta las seis. 
 
El día 19, la banda de música continuaba con su programa desde las tres y media de la tarde hasta después de prenderse fuego a la falla. Ese mismo día, el dulzainero de Alcácer, Luis Hernández, alternándose con la banda de música interpretó las siguientes piezas: “Paso doble”, “El Galán”, parte de la “Norma” seguido de un capricho, “Pout pourri de pretérito y presente”, “Malagueña”. 
 
La banda también interpretó unas piezas con dos dulzainas a dúo con el Sr. Hernández. Tras quemar la falla hubo un castillo de fuegos artificiales confeccionado por el pirotécnico Ignacio Llopis de Ruzafa y una gran traca que cerraría la fiesta. En el propio cartel se detallan el precio de las localidades y entradas, advirtiéndose que si por causa de la lluvia u otro incidente se suspendiesen las mismas no habría lugar a reclamación.
 
Real Cédula de Felipe V
 
Para entender el origen de estos valiosos fondos de documentación gráfica hay que remontarse a la Real Cédula de Felipe V, expedida en San Ildefonso en 1739, en la que se concedía al Hospital General los beneficios de las corridas de toros. Posteriormente, con las leyes de Beneficencia del siglo XIX el Hospital General pasó a ser administrado por la Diputación, fue ésta quién pasó a gestionar sus bienes y, por tanto, la Plaza de Toros y los espectáculos que en ella se celebran.
 
El Hospital provincial arrendó en subasta pública el coso taurino diversos años durante la segunda mitad del siglo XIX y hasta los primeros años del siglo XX para que se realizaran en él festejos falleros, a cambio de cobrar una entrada para disfrutar de todo lo programado. 
 
De las fallas de Ruano Llopis a lucha de fieras y prestidigitación
 
Uno de los atractivos fue la plantà y cremà de una falla que, en los casos conocidos, fue encargada a destacados escultores como Luis Gilabert Ponce o Mariano García Mas e ilustradores como Rafael Sanchis Arcís o Carlos Ruano Llopis, entre otros. 
 
Aunque se celebraban corridas en 1851 y 1852, la inauguración oficial de la Plaza de Valencia fue en 1859. Los arrendatarios de la Plaza de Toros de Valencia a finales del XIX celebraban en su interior gran variedad de funciones como corridas de toros, novillos y vacas, funciones de gimnasia y ecuestres, de prestidigitación y funambulismo, ascensiones aerostáticas, fuegos artificiales, exposición y lucha de fieras “y cualquier otro espectáculo propio del edificio, que autorice la ley no ofenda a la moral y sea digno de la importancia de la Plaza”.
 
De alguna manera, en la actualidad se ha continuado con esta tradición ya que hoy en día, el público puede disfrutar en la Plaza de Toros de Valencia de espectáculos de circo, concursos de bandas de música, conciertos, etc.
 
Una falla sin comisión
 
A diferencia de los colectivos vecinales que se organizaban como comisiones falleras para pedir permiso para plantar una falla y organizar los festejos, los arrendatarios de la plaza de Toros no formaron comisión fallera, ni siguieron los trámites burocráticos municipales. Por este motivo, no se conserva ningún boceto de las fallas plantadas durante los años que se celebraron excepto el último año, 1913, que sí que se envió al Ayuntamiento para su control.
 
Según consta en los expedientes del Archivo provincial, durante el último tercio del siglo XIX y principios del XX la Plaza de Toros de Valencia era arrendada por empresarios para presentar en la misma la exhibición de una hoguera, vulgo falla. 
 
María José Gil destaca entre los fondos “el contrato realizado el 25 de enero de 1877 entre el administrador del Hospital provincial de Valencia, Arturo Martín Aleman, y el empresario Ramón Monzó Pascual a través del cual se cedió la Plaza de Toros de propiedad del Hospital para que éste pudiese presentar en la misma una hoguera, vulgo falla ya que es el único cartel y más antiguo que se conserva que está ilustrado con el boceto de la falla”. 
 
En el contrato se establecía en la cláusula tercera que el asunto y el boceto de la falla tenía que ser aprobado previamente por la autoridad local.